El misterio sin resolver de Cutún: la escalofriante historia de la casa embrujada en la región de Coquimbo

14 de Febrero de 2025

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Parecía una casa más en el Valle del Elqui, pero ocultaba un oscuro secreto que hasta hoy sigue sin explicación.

Cutún, una pequeña localidad en la Región de Coquimbo, fue testigo en 1976 de uno de los fenómenos paranormales más impactantes de Chile. Todo comenzó una tarde de verano, cuando Nicasio Torres, un joven técnico agrícola, corrió desesperado hasta la casa de su vecino, Gabriel Orrego, en busca de ayuda. Según su relato, grandes piedras caían inexplicablemente desde el techo de su hogar.

Orrego, incrédulo, pensó que se trataba de una alucinación por estrés y le pidió que se calmara y regresara a su casa. Al día siguiente, Torres volvió con más relatos de hechos inexplicables, pero nuevamente no obtuvo ayuda. Fue al tercer día cuando Orrego, acompañado de su sobrino Ángel y su amigo Manuel Rojo, decidió acompañarlo para comprobar por sí mismo lo que estaba ocurriendo.

El Horror Comienza

Según el portal La Voz del Norte, al llegar a la casa todo parecía en calma. Sin embargo, cuando Manuel fue al pozo en busca de agua, una piedra pasó a toda velocidad por sus pies y entró a la casa. Pensó que se trataba de una broma, pero antes de poder reaccionar, otra roca cayó sobre su hombro.

Intrigados, el grupo decidió quedarse en la casa para entender lo que estaba sucediendo. La calma duró poco. Una muñeca de trapo que la esposa de Nicasio usaba para guardar agujas cayó de la pared sin motivo aparente. Acto seguido, el juguete saltó solo hacia el cuerpo de la hija del matrimonio y luego salió brincando por una puerta abierta. Al día siguiente, la encontraron en el gallinero.

A partir de ese momento, los eventos paranormales se intensificaron: puertas y ventanas se abrían solas, huesos humanos caían del techo, se escuchaban murmullos y silbidos, y en las paredes aparecían rasguños sin explicación. Además, un enorme ser de ojos rojos y vestimenta oscura se manifestaba en la sombra.

“La actividad paranormal se volvía más intensa a medida que se acercaban las 23:55. Lluvias de piedras, huesos cayendo sobre nosotros y marcas apareciendo en las paredes eran solo algunos de los horrores que vivimos”, recordó Gabriel Orrego en una entrevista con Página 7.

“Una noche, salté por la ventana para ver qué causaba los rasguños en la madera. Lo que vi me paralizó: una mano transparente los estaba dibujando en tiempo real”, agregó.

El Hombre de las 23:55

Pero lo más perturbador estaba por venir. Un misterioso hombre aparecía cada noche a la misma hora, llamando a Nicasio para que lo siguiera al cerro Cutún.

“Nunca sentí tanto miedo en mi vida. Ese hombre vino tres veces a buscar a Nicasio, siempre con la misma frase dirigida a su esposa: ‘Dígale que lo espero, él sabe dónde’”, relató Orrego.

Una noche, Orrego decidió enfrentarlo. Cuando estuvo a pocos metros, vio a un hombre pálido con chaqueta café, zapatos impecables y cabello negro. Pero lo que lo dejó helado fue notar que levitaba a 50 centímetros del suelo.

“Giró en 90 grados y me miró fijamente. Por primera vez sentí el verdadero miedo. Empecé a sudar. Luego, giró de nuevo y retomó su camino hasta desvanecerse en el aire. Hubo varios testigos de lo ocurrido”, aseguró.

El Fin del Misterio… o el Comienzo de Otro

Desesperados por entender lo que ocurría, un grupo de vecinos realizó sesiones espiritistas en la casa. Una de ellas fue interrumpida por militares, quienes detuvieron a todos los presentes por reunirse ilegalmente.

Poco después de recuperar la libertad, la familia Torres abandonó la casa. Desde entonces, los sucesos paranormales cesaron.

Hoy, la vivienda sigue en pie, pero está abandonada y olvidada. Sin embargo, quienes se acercan afirman que, en las noches, aún pueden escucharse extraños murmullos provenientes de su interior.

Fuente: Diario La Cuarta